“Desatar los nudos de la violencia”


Quinta crónica de la visita del Papa Francisco

 

No fue sino que el Papa Francisco descendiera del avión para que jóvenes afrocartageneros dieran comienzo a una alegre cumbia de “un país que ha llorado, un país que ha reído”… una bienvenida indicadora de un domingo maravilloso de encuentro, oración, luz y fiesta.

Y del aeropuerto al barrio San Francisco!!! A la Cartagena profunda, negra, pobre, invisible e inmostrable!!! A la que los medios y las empresas de turismo temen y desprecian… El Papa tomó la ruta del cinturón de miseria que rodea el cerro de La Popa y el caño de Juan Angola…Crespo, Canapote, San Pedro, Lemaitre, Santa Rita, 7 de agosto, La María, La Esperanza, La Candelaria….San Francisco…barrios negros, miserables… esta es la gente del Papa, como romería de mujeres y niños bajando de la Popa y tomándose las estrechas calles, abrazó a su Papa, cantó, lloró, gritó…nunca se imaginaron que por allí pasaría preferencialmente este Papa impredecible….sus barrios, su miseria, su barro de todos los días incluido en la ruta papal, sencillamente increíble e inolvidable!!!….El Papa pidió atravesar las calles de sus barrios en papamóvil para estar más cercano, más humano, más tocable…su pequeña herida producto del golpe con el vidrio del papamóvil lo hizo aún más creíble en su humana humanidad…los cuidados dados en casa de Lorenza Pérez, como un vecino necesitado de ayuda y de agua, fue algo que llegó profundamente a su gente negra de la Cartagena profunda….En el corazón de San Francisco bendijo dos obras que tienen como fin la protección de las niñas en situación de alto riesgo de drogadicción y prostitución: Talita Cum (niña levántate!) y María Revive. Ahí estaban las niñas afro abrazándolo y danzando para él, a la vez dignificándose y empoderándose….Allí donde no hay ley ni autoridad, se abrió una luz desde otra autoridad, la del Evangelio, la del amor concreto y cotidiano, la de la comunidad, la de la solidaridad!

Este paso por San Francisco fue el introito al Angelus que pronunció en el atrio del Santuario de San Pedro Claver, en la zona histórica de la ciudad, mencionando el impacto de su recorrido por San Francisco y de los cuidados de Lorenza López lo que conectó con la imagen de la Virgen de Chiquinquirá, con la campesina María Ramos rescatadora del lienzo ajado y abandonado…. Lorenza, María de Nazareth, María Ramos….mujeres reveladoras con mayor nitidez del misterio del amor de Dios!!! Luego, y en esa misma orientación, se refirió a San Pedro Claver, esclavo de los esclavos, cuyos gestos evangelizadores fueron ante todo cercanía, proximidad, amorosidad….sus caricias trascendieron todos los idiomas, su caridad articuló la verdad del Evangelio, su acción solidaria suscitó la oposición y la sospecha de los comerciantes de esclavos, consiguiendo que la estructura y la ideología colonial lo despreciara y lo olvidara enfermo y abandonado en una celda. Hizo referencia a los millones de seres esclavizados hoy por otras estructuras de racialidad, igualmente crueles, y puso como ejemplo a María de Chiquinquirá y Pedro Claver para trabajar sin descanso por los descartados, las víctimas de la violencia y de la trata, los migrantes…oró por Venezuela expresando cercanía por los refugiados del país hermano en Colombia y rechazó la violencia política que afecta más a los pobres. Deseó el encuentro de un camino que ayude a superar la crisis y pidió poner en el corazón de cada persona nombres de seres queridos y odiados a fin de solicitar la bendición para todas y para todos. Después, junto a las reliquias de san Pedro Claver y acompañado por cerca de 300 personas representante de organizaciones afrocolombianas, oró conmovido en silencio fervoroso. Enseguida, junto al aljibe del santuario, tuvo lugar un especial encuentro con 60 jesuitas de diferentes partes del país, quienes agradecieron su visita y le hicieron entrega de la camiseta Ruta Verde del Papa Francisco, una iniciativa social y ambiental del Santuario de San Pedro Claver en Cartagena a la luz de la carta encíclica Laudato Sí.

Después del almuerzo y el descanso del medio día bendijo, desde un helicóptero, la Virgen de la Bahía, guardiana y acompañante de pescadores; pasando luego al muelle  de Contecar donde más de seiscientas mil personas provenientes del Caribe colombiano lo esperaban, muchas desde el día anterior.

Aquí, en su última misa en Colombia, pronunció la homilía con más contenido político explícito sobre el proceso y el acuerdo de paz. Hizo referencia a Cartagena como sede de los Derechos Humanos y al trabajo en su implementación, avance y vigencia por parte del equipo del Santuario de San Pedro Claver, para luego referirse a la palabra de Dios cuyo mensaje de perdón, corrección, comunidad y oración interpela al país. Se refirió al evangelio de San Mateo sobre el pastor que deja las 99 ovejas para ir tras una perdida para afirmar que “no hay nadie lo suficientemente perdido que no merezca nuestra solicitud, nuestra cercanía y nuestro perdón”. E hizo un llamado a las víctimas dañadas por sus hermanos “a tomar la iniciativa para que quien lo dañó no se pierda”.

Dijo que el camino de paz no puede olvidar los procesos de las comunidades, que los marcos normativos y los arreglos institucionales no son suficientes, que es positivo incorporar experiencias de quienes han sido invisibilizados “para que sean precisamente las comunidades quienes coloreen los procesos de memoria colectiva” y recordando Evangelii Gaudium 239 afirmó que «El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite…Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural».

Pidió, como exigencia cristiana en medio del proceso de paz, generar «desde abajo» un cambio cultural: a la cultura de la muerte, de la violencia, responder con la cultura de la vida, del encuentro. Reclamó que muchas veces se «normalizan» procesos de violencia, exclusión social, “sin que nuestra voz se alce ni nuestras manos acusen proféticamente!”. Abogó por testimonios como el de San Pedro Claver y la hermana María Bernarda Bütler, quienes en Cartagena iniciaron la corriente contracultural del encuentro.

Retomó apartes de su mensaje para la Jornada Mundial de Paz de 2014 para referirse a los pecados que hieren la convivencia y la comunidad: la lacra del narcotráfico que solo siembra muerte, la devastación de la naturaleza, la explotación laboral, el blanqueo de dinero, la especulación financiera, la prostitución que roba el futuro a los jóvenes, la abominable trata de seres humanos, los abusos contra los menores, la esclavitud todavía existente, la tragedia de los emigrantes… No es posible convivir en paz sin hacer nada contra todos estos horrores…y recordó a quienes han trabajado y han perdido la vida en la defensa y protección de los derechos de la persona humana y su dignidad…invitó a seguir sus pasos y a hacer de nuestra oración un mismo clamor a fin de hacer del lema “Demos el primer paso” un movimiento decidido hacia el bien común, la equidad, la justicia, le respeto a la naturaleza humana y sus exigencias, afirmando que “Sólo si ayudamos a desatar los nudos de la violencia, desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros”.

Concluida la última misa en Colombia el Papa Francisco se dirigió al aeropuerto de Cartagena donde se encontró con la Banda juvenil de Baranoa y una muestra del Carnaval de Barranquilla. Entonces explotó una multicolor fiesta de alegría y agradecimiento a quien tanto había dado durante cinco días para alentar y avivar la esperanza de todo un pueblo. Al terminar la presentación de despedida, una niña de once años, Isabella Suarez, le entregó de recuerdo una bella hamaca tejida por las madres de la Banda.

 

Ya en el avión, de regreso a Roma, respondió a la pregunta sobre lo que más le había impresionado de su visita a Colombia: “la multitud que nos saludaba en cada ciudad. Los padres y las madres levantaban a sus hijos para que el Papa los bendijese diciendo: esta es mi esperanza y mi futuro, en lo que creo, mi tesoro. Y eso me da esperanza de futuro para Colombia”.

 

Fernando Torres Millán

Bogotá, 11-09-17

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