LA INDIFERENCIA COMO OPORTUNIDAD PARA UNA MÍSTICA DE LA REALIDAD[1]
Diego Pereira Ríos[2]
La injusticia social que vemos en la actualidad llega un extremo que preocupa, sobre todo por la indiferencia generalizada, no sólo por los que socialmente son reconocidos como actores del mal, sino por personas y organismos internacionales que deberían estar a favor del bien y de la justicia, como también la gran mayoría de la población. Presidentes de naciones que actúan sin control en contra de su pueblo, fuerzas militares que en vez de cuidarlos lo reprimen hasta la muerte, medios de comunicación que mienten sin cesar, intelectuales que se plegan a decir lo que les conviene; hacen que se forme una densa niebla de incertidumbres donde todos nos preguntamos ¿quién tiene la razón?, ¿a quién creerle?, ¿en quién confiar? Muchas personas optan por ser indiferentes. Vemos fotos y videos de personas que mueren a diario y nos vamos acostumbrando. Mientras no nos toquen de cerca, muchas veces lo ignoramos. Es un tiempo muy complejo para saber qué postura tomar, qué camino seguir. Muchos optan por aferrarse a lo viejo y establecido. Lo nuevo genera miedo e inseguridad. Es más fácil quedarse donde se está por terror al cambio.
La indiferencia ante la injusticia es real, pero no lo es toda la realidad. La realidad está conformada por infinitas situaciones y debemos descubrir en ella las diversas oportunidades de renovar nuestro pensamiento y nuestra esperanza. Como cristianos es una oportunidad para profundizar en una mística de la realidad. Afirmaba Panikkar: “La mística representa un contracorriente en el interior de la cultura; la mística es un contrapeso”[3]. Con ello nos impulsa a que, cuando todo en nuestra actualidad se inclina a la obviedad y el acostumbramiento ante la indiferencia, podemos decir que no, que no tenemos que actuar igual; que cuando se propone un único camino, podemos crear o recrear la realidad proponiendo nuevos rumbos para caminar. Pues la realidad como un símbolo de un todo, lo es “no sólo en cuanto es, sino aun en cuanto no-es; en cuanto pensable e incluso en cuanto conscientes de que es impensable”[4]. Allí, en el fondo de esta cultura de la indiferencia se esconde la realidad de una respuesta de amor más profundo y comprometido con la realidad.
Una pista posible para lograrlo es vivir de ojos abiertos. Se trata de la mística de ojos abiertos propuesta por Metz, para mirar más allá de las apariencias y lograr ver. En las redes sociales y teleinformativos, no sólo se propagan malas noticias. También está en germen las semillas de vida que crece y resiste en cada rincón del planeta, en la ciudad, en el campo. Personas, movimientos, asociaciones, grupos políticos y religiosos, llevan a cabo muchas iniciativas para generar cambios en nuestro modo de ver, que trae un modo de juzgar y un nuevo modo de actuar. Ante la indiferencia, la preocupación y el compromiso; ante el odio y el desprecio, el amor y la solidaridad. En medio de la marea “ser reflexivo, en virtud de su repliegue sobre sí mismo, se hace bruscamente susceptible de desarrollarse en una nueva esfera. En realidad es otro mundo el que nace”[5]. ¿Quién no se reconoce, al adentrarse en sí mismo, la gran necesidad de paz, de armonía, de fraternidad? Y eso es parte de lo que en la realidad no-es, justamente es el sostén de un cambio de la realidad misma. Es el nacimiento de un universo nuevo.
El capitalismo atroz y la mentalidad consumista, nos intentan reducir a un único pensamiento y un solo tipo de subjetividad: vivimos para producir y para consumir. Ante esta situación decía Moltmann que “las personas se pierden en la masa. Se vive sin vivir la vida, y así la frialdad de sentimientos y la pobreza de vivencias se extienden convirtiéndose en fenómenos de masa”[6]. Pero en esa masa también se esconde la realidad de las semillas de la levadura que la hace crecer, que no pueden ser etiquetadas ni valoradas cuantitativamente, “son realidades en la línea de su don, de su entrega a una causa o proyecto”[7]. Ante el colapso del sistema las masas están creciendo y las protestas se están multiplicando. A las protestas en Ecuador, le siguieron Chile, Bolivia, Colombia y en estos días se suma Francia y Hong Kong . En estos casos percibimos que lo que no-es normal en la realidad, se hace presente y se contagia. En un mundo de explotación y sometimiento, surgen las voces de los que están cansados y juntos se rebelan. Supieron ver, juzgar y están actuando en consecuencia.
Pero desde hace mucho tiempo hay quienes protestan: los pueblos originarios, los movimientos de liberación, los movimientos eclesiales de base dentro del cristianismo, las mujeres sometidas al machismo. Ellos se han cargado a las espaldas las cruces de tantos hermanos que sufren por injusticia y lejos están de ser indiferentes. Pero mirando el hoy, ¿cuántos muertos siguen dejando las protestas? ¿Cuántos heridos? ¿Cuántos han perdido la vista en Chile por disparos de carabineros? Y aun así han logrado ver y lo siguen haciendo. Su sensibilidad ante la realidad se asemeja a la de Jesús que supo ver en el sufrimiento de su pueblo, el sufrimiento de Dios y hacerse cargo. Experimentó “la unidad entre el amor a Dios y el amor al prójimo: la pasión por Dios como com-pasión, como mística política de la compassio”[8], que lo llevó a enfrentar con pasión extrema las consecuencias de la defensa de la injusticia, ante la mirada indiferente de los que podían hacer algo por evitarlo y no lo hicieron.
Somos testigos de un movimiento mundial que acoge a todos aquellos que han sido históricamente excluidos y maltratados. De ahí que junto al movimiento LGTBI, se unen los pueblos originarios, con los pobres del mundo, el movimiento feminista, los campesinos y obreros, los creyentes de muchas religiones cansados de instituciones explotadoras, los jóvenes y su atrevida sed de cambio, los estudiantes que buscan nuevas oportunidades, las abuelas de Plaza de Mayo en búsqueda de sus hijos desaparecidos en la dictadura, los negros históricamente reducidos al desprecio, junto a tantos otros; que buscan la unidad en la solidaridad de causas comunes, de liberación de su situación. Somos partícipes de una obra que se construye desde abajo, desde lo que están cansados de ser ignorados por no servir al sistema. Hoy la desobediencia es la norma posible ante un sistema que se resquebraja de diversas maneras, en todas partes del mundo.
Esa desobediencia es mal vista para el orden impuesto, pero es un gran signo de este tiempo, es la posibilidad de hacer algo nuevo, pero que nos exige una mirada mística ante la cruel indiferencia que nos rodea. Se trata de descubrir en la oscuridad, la luces de esperanza. No intentemos comprenderlo todo para saber cómo actuar, dejemos fluir las energías que buscan el cambio. Primero es la fe en Dios, en la transformación, en la acción divina que obra en el interior de cada ser humano y que debemos hacer despertar. Luego vendrá la inteligencia a proponer el camino concreto. Como dijo un gran pastor metodista uruguayo: “Es porque creo que entiendo, es porque creo que abro lo ojos a la racionalidad de la fe, es porque amo, que puedo comprender y puedo conocer, es porque asumo compromisos y me juego que puedo ver más allá de ellos, el fruto de los mismos”[9]. No esperemos ver a la gente buena, a ver logros a corto plazo. Se trata de arriesgarse en un salto de fe sabiendo que hay una humanidad gimiente que espera justicia. Como dijo uno de los grandes teólogos del siglo XX, Karl Ranher, frase que se ha transformado en una regla para cada uno de nosotros: “en el siglo XXI los cristianos serán místicos o no lo serán”.
[1] Artículo publicado en portugués con el título “A indiferença como oportunidade para uma mística da realidade”, Revista SENSO, web: https://revistasenso.com.br/
[2] Diego Pereira Ríos, 40 años, uruguayo. Profesor de Filosofía y Religión en Enseñanza Media. Licenciando en Humanidades, maestrando en Teología Latinoamericana en la UCA de El Salvador. Miembro de Amerindia Uruguay, escritor colaborador en Revista Umbrales, editor en Ariel Revista de originales de Filosofía, socio de la Sociedad Filosófica del Uruguay. Obtuvo el 3er puesto en el 1er Concurso Internacional de Ensayo 2015 de la REDLAPSI. Autor del libro “La fuerza transformadora de la esperanza” (Nueva Visión, 2016). Contacto: pereira.arje@gmail.com
[3] Panikkar, Raimon, De la mística. Experiencia de la vida, Ed. Herder, Barcelona, 2007, p. 74
[4] Ibidem, p. 77
[5] De Chardin, Teilhard, Himno del universo, Ed. Taurus, 1971, Madrid, p. 105
[6] Moltmann, Jürgen, El hombre. Antropología cristiana en los conflictos del presente. Ed. Sígueme, Salamanca, 1973, p. 53
[7] Libánio, João.B., Discernimiento y política, Ed. Sal Terrae, Santander, 1977, p.33
[8] Metz, Johann. B., Memoria passionis, Ed. Sal Terrae, Santander, 2007, p.165.
[9] Castro, Emilio, Realidad y fe, Ed. Tierra Nueva, Montevideo, 1972, p. 31