La sonrisa de Camilo


 

Dahiana Barrales y Diego Pereira Ríos

 

 

La sonrisa de Camilo tiene algo que contagia. Algo que no logro aún saber exactamente que es. Incluso sabiendo la fatalidad de su final, su sonrisa no se apaga. Como bala disparada al viento, la sonrisa de Camilo atraviesa el tiempo y el espacio, y un día llega hasta mí. Cuando eso sucedió, no sé ni por donde andaba. Supongo que bien perdido como tantos jóvenes que renuncian a sus grandes ideales de libertad y pactan con el mundo. En ese tiempo, la sonrisa de Camilo me sedujo y me hizo interesarme en su figura, luego su persona y hoy es su legado el que sigue impulsando. Pero nada de lo que puedo pensar en la actualidad se puede separar de aquella sonrisa. Sí, esa misma sonrisa estampada en el rostro que me mira desde sus fotos. Esa sonrisa del sociólogo, del político, del cura, y que mantuvo hasta el día que vistió el uniforme de guerrillero. Esa sonrisa contagia algo. Pero no sé qué es.

 

Cuánto amor emana de la sonrisa de Camilo, amor que recibo e intento entregar, amor que me ayuda a darme cuenta de que así como él, las personas somos, estamos y vivimos, con otros y para otros. Amor perfectible, claro que sí, y amor que en Camilo se traduce en su entrega eterna. Camilo no nació guerrillero, Camilo se hizo guerrillero porque las condiciones se lo pidieron y porque tuvo una madre, Isabel, que lo acompañó y lo sostuvo, aun cuando sabía que podía perderlo. Entonces, la sonrisa de Camilo, no es solo suya, es la de su madre, la de las personas que los acompañaron en Lovaina, en Colombia, y, la nuestra, de quienes lo seguimos acompañando hoy. Su sonrisa que se refleja en la nuestra cuando escuchamos canciones e  historias sobre él y cuando queremos parecernos un poco a él.

 

Esa sonrisa de Camilo invita a mirar el mundo con esperanza. Pero, ¿cómo hablar de esperanza con un triste final que puso a su movimiento a titubear? ¿De qué esperanza cuando todos sus esfuerzos parecieron en vano? Si, la lógica pensada en frío arroja estos datos. Pero la sonrisa de Camilo puede más. Ella impulsa a mirar el mundo desde abajo, desde lo sometidos y oprimidos y animarse a más. Es una provocación a renunciar a la vida fácil y acomodada para estar dispuesto a ganarlo todo, o perderlo todo. Si, hasta perder la vida. Es difícil llegar a ese extremo. La verdad me cuesta pensar que un día yo lograra estar dispuesto a lo mismo. ¡Cuánto quisiera! Este pensamiento me trae una cierta tristeza como fruto de no saberme tan valiente. Pero allí, cabizbajo, levanto los ojos y veo la sonrisa de Camilo que me llena de un “algo” que no sé qué es. Una alegría y una locura inmensa me inundan y me anima de nuevo y me dice que no importa lo que cueste: debemos seguir luchando. Esa sonrisa de Camilo me contagia esperanza, en mí, en los demás, en que un tiempo mejor puede venir, pero debemos forjarlo.

 

La sonrisa de Camilo me recuerda que más que una persona, Camilo es un proyecto. Un proyecto que comenzó con él pero que continúa en nosotros, los otros Camilos. Proyecto fundado en la rebeldía de amar al prójimo, mucho más que a sí mismo y querer hacerle justicia. Esto implica continuar su obra, seguir sus pasos, caminar con él y atravesar el tiempo rompiendo barreras. La barrera más compleja es la barrera del miedo: éste es paralizador. Muchas veces quisiera  seguir a Camilo a los montes y sentarme allí a escucharlo, pero me cuesta dejar mi comodidad, mis débiles seguridades. Por eso, mientras estudio y leo sobre él, mientras busco y aprendo de él, trabajo en el silencio de mi interior la resistencia que merece hacerle a este mundo de no quedarme conforme, de no ser inmune al sufrimiento de los demás. Resistencia que debe convertirse en rebeldía de amor.

 

En este momento de aparente incertidumbre generalizada, la sonrisa de Camilo me recuerda dónde estoy y a dónde quiero ir, no es poca cosa ¿no? ¡Qué grande es la carga para Camilo! Su mirada me insiste que no me aleje, que no me pierda, que no pierda la esperanza aun en la aparente derrota. Quizás hay muchos Camilos y Camilas cuyas sonrisas están apagadas, preocupadas, o incluso distraídas. Camilos  y Camilas dispuestos a formarse en la escuela de la vida, del camino de la solidaridad, y solo están esperando una oportunidad. Insisto, Camilo no nació guerrillero, y buscó responder al clamor de los más débiles de muchas formas. Supo vislumbrar la necesidad de los otros y las otras, y de sí mismo y generar un compromiso que lo hace quien es hoy. Buscó de muchas maneras, impulsó a otros  y otras y contagió su misma sed de justicia. Pero en aquél momento fue poco. Por eso no dudó en responder de otro modo. Se lo exigía su amor eficaz que tanto predicaba, con su voz y con su vida. ¿Cuántos Camilos  y Camilas seremos hoy en este proceso de reconocernos? Si nos encontráramos y nos juntáramos, podemos ver el lío que hacemos…

 

Montevideo, 20 de enero de 2021

 

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Dahiana Barrales es uruguaya de 29 años, Licenciada en Ciencias Antropológicas (2018) por la Universidad de la República de Uruguay. Actualmente se encuentra desarrollando su maestría en Historia y Memoria en la Universidad Nacional de La Plata. Su línea de investigación refiere a los vínculos entre religión, memoria y política en las religiones de matriz africana y en el cristianismo liberacionista latinoamericano de las décadas de 1960 y 1970. Contacto: dahiabarrales@gmail.com

 

Diego Pereira Ríos es uruguayo de 41 años, Profesor de Filosofía y Religión en Enseñanza Media. Maestrando en Teología Latinoamericana en la UCA de El Salvador. Miembro de Amerindia Uruguay, escritor colaborador en Revista Umbrales, editor en Ariel Revista de originales de Filosofía, miembro de la Red Crea Cómplices Pedagógicos para América Latina, miembro del Proyecto “Ágora dos habitantes da Terra”. Autor del libro “La fuerza transformadora de la esperanza” (Nueva Visión, 2016) y “En un camino liberador desde el Sur” (Rumbo, 2020). Contacto: pereira.arje@gmail.com

 


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