Dispersar el poder
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Los movimientos sociales como poderes sociales antiestatales. Raúl Zibechi. Ed. desde abajo, Bogotá, 2007, 237 pp.
Una de las particularidades de las sociedades latinoamericanas es que la “producción de espacio” no es un privilegio de las clases dominantes sino asimismo una de las cotidianas prácticas sociales de los oprimidos en su resistencia frente a los de arriba. Si hasta hace algunas décadas los de abajo producían espacio de modo casi exclusivo al llegar desde las aéreas rulares para asentarse en los cinturones de las grandes ciudades, con la irrupción del neoliberalismo era creación se ha diversificado.
La ciudad de El Alto es probablemente la más amplia y abarcadora creación urbana de los de abajo en nuestro continente. Es la única ciudad india de un millón de habitantes, construida enteramente por los sectores populares y habitada por ellos, de la cual está (auto-) excluida la burguesía. Tal vez sea uno de los legados de la lucha aymara de las últimas décadas. Los Aymaras son un pueblo en movimiento. Desde hace un siglo vienen rechazando el lugar físico y simbólico que ocupaban como oprimidos y se han puesto en movimiento buscando algo mejor. Lucharon por la tierra y la escuela; por el territorio y la dignidad como pueblo; se están construyendo en los últimos años como nación sin Estado. Desde esta mirada de larga duración, constituyen un vasto movimiento social y político de autoafirmación sin haberse institucionalizado como movimiento. Los desafíos que nos planta la urbe alteña dese el punto de vista político y social pero también urbanístico y cultural, hacen parte de este trabajo, un esfuerzo más apenas por comenzar como resisten los de abajo, requisito para poder acompañarlos en su travesía.