Café filosófico…
¿espacio para una educación popular?
Diego Pereira Ríos[i]
Introducción
La educación popular sigue siendo un desafío para nuestros pueblos latinoamericanos. Sobre todo en el contexto político y económico que nos espera para este 2019, las poblaciones más afectadas y empobrecidas se ven enfrentadas a un sistema capitalista que descuida cada vez más sus derechos fundamentales. La falta de vivienda, la falta de acceso a una buena atención de la salud, la falta de trabajo que afecta directamente la alimentación, repercuten en un desmedro de la educación, columna vertebral de la sociedad e instrumento fundamental para el desarrollo del pensamiento crítico. El índice de pobreza crece cada vez más en todo Latinoamérica y esto lo vemos reflejado en el gran fenómeno del que todos estamos siendo testigos: la emigración forzada. Por ahora, son los pueblos centroamericanos los que lideran este nuevo movimiento, pero en el sur del continente lo vivimos con una miedosa expectativa, ya que el nuevo panorama político asusta.
En Uruguay la educación sigue siendo un tema de cada campaña política que sigue siendo mal atendido. Las críticas han hecho llover piedras sobre los techos de instituciones, maestros, docentes en general, y por ende, los políticos de turno. Pero mientras la educación pública muestra una cierta mejoría en la educación primaria (a nivel de cuidados, recursos, alimentación, promoción, etc.) la educación secundaria arroja datos preocupantes en porcentaje de deserción. Es muy difícil mantener a nuestros alumnos dentro de las aulas y más difícil aún es hacerlos estudiar, y con ello enseñar a pensar. No es menor la situación de los universitarios, que eligen carreras acordes a las necesidades del mercado capitalista, donde se mira la ganancia económica sobre todas las otras opciones. Por otro lado, la educación privada atraviesa situaciones bien diversas que van desde el cierre de instituciones hasta otras que, aun siendo altas sus matrículas y cuotas mensuales, logran mantenerse competitivas y son elegidas por promover una educación de alto nivel, con opciones amplias de opciones secundarias (idiomas, deportes, etc). El resultado de todo este complejo rompecabezas deberemos desvelarlo.
Con todo ello debemos seguir apostando a buscar otras formas de educación a través de la organización y promoción de canales informales que proporcionen herramientas para construir pensamiento. Pero no solo para las clases desfavorecidas, sino que también debemos ir conquistando terreno en el nivel medio-alto de la sociedad. Los que trabajamos en la educación debemos promover un pensamiento que genere más pensamiento, a partir de la realidad que cada uno vive, partiendo del lugar individual pero apuntando a lo comunitario. Se trata de enseñar y aprender a pensar para que juntos pensemos las soluciones que necesitamos a cada momento, como colectivo. Ante un sistema económico que apunta al individualismo, el consumismo, el hedonismo, a la competencia (por nombrar sólo algunas características), debemos pensar en soluciones comunitarias y humanitarias que ayuden experimentar la vivencia del compartir. Pero compartir no sólo cuando tenemos algo que el otro necesita, sino que es aceptar con alegría recibir lo que no tenemos, que me viene dado como un regalo, no como una limosna. Se trata de recibir algunas ideas para la construcción de nuevos saberes. Sobre esta base está pensado el café filosófico.
La breve historia del “Café filosófico”
La idea del café filosófico tiene origen en Francia hacia el año 1992 de la mano de Marc Sautet, profesor de filosofía en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de París, que propone un encuentro informal entre intelectuales del ámbito filosófico. En su caso, se reunía con algunos colegas los domingos por la mañana en un café de la plaza de la Bastilla. Pero en poco tiempo esta iniciativa provoca dos reacciones bien distintas: la afluencia de un público diverso interesado en esta nueva modalidad de encuentros intelectuales para debatir sobre diferentes temas, y por otro, como consecuencia, el rechazo por parte de los intelectuales de llamar “filosófico” a un encuentro donde participan personas que no sólo no tienen formación filosófica, sino que también presentan inquietudes y preocupaciones de otra índole. Sostenían que si hay necesidad de una formación filosófica, el café no es el lugar indicado. Deberían pasar primero por la Academia. Pero esto no logró frenar un fenómeno que se fue extendiendo por todo el mundo variando en sus modalidades.
Desde las experiencias que tenemos en nuestro país, surge la propuesta del café filosófico dentro de una Organización No Gubernamental (ONG) que apuesta a realizar un servicio social sin fines de lucro, avocada a la promoción humana integral. Si bien toda actividad puede nacer de la idea de un sujeto individual, también hay necesidades que tiene que ver con el sujeto plural: la comunidad. Desde ello, se percibió la necesidad de un espacio donde pensar juntos acerca de las diversas realidades que atraviesan los integrantes de la ONG, tanto directores, educadores y voluntarios, pero sobre todo los destinatarios que son los vecinos del barrio y los participantes de los diversos talleres que se llevan a cabo. Como lugar de encuentro, punto de referencia y casa de todos, el espacio que ocupa la ONG busca ser un tiempo de estar-siendo personas activas y transformadoras de la realidad más cercana. Por ello el café filosófico tiene sentido como lugar de discusión de los problemas que nos preocupan y de la búsqueda de soluciones posibles, sin dejar de lado las metas más grandes y atrevidas.
La ONG “Por los niños uruguayos”[ii]
La ONG “Por los niños uruguayos” nace en el año 2002, en la zona de Carrasco Norte, dentro del barrio Acosta y Lara, zona periférica de Montevideo, capital del Uruguay. Surge como una búsqueda de un grupo de personas referentes en los procesos de inclusión social en el barrio. Todas ellas con una vocación marcada por la educación y la entrega hacia los niños más necesitados de la zona. En la actualidad desarrolla más de trece talleres en forma semanal (algunos de ellos: música, cocina, plástica, escuelita de fútbol, apoyo escolar). Se apunta a colaborar con niños, adolescentes, jóvenes y adultos de todo el barrio, generando actividades comunitarias dentro de las instalaciones como fuera de ella. Campamentos, encuentros, retiros de profundización, meriendas, evaluaciones, son parte imprescindible de la agenda anual del equipo de la ONG. Se busca la vivencia alegre de formar parte de un equipo donde todos sean protagonistas de sus elecciones. Se intenta ser un impulsor de ideas transformadoras que surjan en el encuentro con el otro que también participa, pero extendiéndolo a todos los demás del barrio.
Dentro de los proyectos está el de la Biblioteca Barrial con voluntarios que atienden la biblioteca, atendiendo la lectura y la escritura. De este espacio surge en el año 2017 el “Café Literario” llevado a cabo por una profesora joven y entusiasta que promueve autores y sus obras para trabajar la dimensión estética del ser humano, que se expresa mejor en la literatura. El año pasado, 2018, comenzamos el “Café filosófico” pensado como espacio de discusión y debate, para favorecer el pensamiento crítico. Una gran alegría recibida frente a estas dos propuestas la tuvimos al ver que se inician pensando en los adultos pero que se vieron colmadas de muchos niños y adolescentes que se nos unieron, demostrando no sólo el gusto por compartir el espacio, sino que mostrando una participación muy activa. Desde allí fue necesario también repensar la propuesta y su reestructuración, para hacer partícipe a todos.
La experiencia de nuestro café filosófico
El café filosófico llevado a cabo en la ONG “Por los niños uruguayos” nace de la invitación del director a introducir un espacio de reflexión filosófica a partir del éxito del café literario. En el inicio vimos que era necesario seguir implementando actividades que brinden herramientas de empoderamiento para las personas que acuden cotidianamente a los diversos talleres de la ONG, pero también abrir la posibilidad de que se sumen otras personas del barrio interesadas. En este sentido, en su primera planificación, fue pensado para adultos ya comprometidos en el quehacer del barrio y la ONG, pero nos vimos sorprendidos por los niños y adolescentes que acudieron y fueron protagonistas del espacio generado. Fue una grata sorpresa comprobar la atención, el entusiasmo, la participación activa, los cuestionamientos que fueron surgiendo de parte de todos los participantes. Desde niños de siete años, adolescentes, jóvenes, adultos y abuelos/as se apropiaron de la actividad logrando un clima de gran encuentro humano e intelectual. Sí, intelectual, pues logramos ir introduciéndonos poco a poco en esto de la filosofía.
Detallo a continuación el esquema propuesto para los tres cafés que se llevaron a cabo en este primer año 2018:
1er CAFÉ FILOSÓFICO – LA FILOSOFÍA EN EL BARRIO
Cuando nos hacemos las grandes preguntas de la vida, ¿hacemos filosofía?
En este primer encuentro partimos de las preguntas “en grande” que nos hacemos acerca de la vida, la muerte, el amor, la existencia de Dios, etc. Con ello fuimos viendo que el instrumento que utilizamos para cuestionarnos es la razón y ella es la herramienta que utiliza la filosofía para desarrollarse. Por eso fuimos desembocando en otra pregunta: ¿Qué es la Filosofía? A la cual fuimos respondiendo con la ayuda de textos de algunos autores como Jaspers, Popper, Cerletti, Kohan y Russell. Mediante un trabajo en grupo en base a los textos, se hicieron exposiciones de parte de los participantes logrando captar el espíritu del trabajo que estábamos haciendo. El final lo hicimos con los tres elementos, que según Jaspers, integran el origen de la filosofía: el asombro, la pregunta y las situaciones límites. De una primera presentación del profesor con un diálogo continuo con los participantes, el trabajo de los grupos dio cuenta de la necesidad de saber más acerca de la filosofía y su necesidad en la vida cotidiana.
2do CAFÉ FILOSÓFICO – LA FILOSOFÍA EN EL BARRIO
¿Cómo comenzar a filosofar?
En el segundo encuentro intentamos comprender juntos que, ante los problemas cotidianos y, conscientes de que todos poseemos el instrumento para hacer filosofía, necesitamos saber por dónde comenzar. Y descubrimos que comenzamos a filosofar desde que nos preguntamos. Para dar un ejemplo de que la tarea del filósofo consiste más en hacer preguntas que en afirmar recurrimos al mejor de lo ejemplos: Sócrates. Proyectamos dos videos de una antigua película en donde veíamos la ironía socrática en acción, cuestionando a aquellos que se creían “sabelotodo”, los sofistas. Rápidamente, este camino pedagógico de Sócrates fue captado por la audiencia del café logrando llegar al punto principal: el lugar de la pregunta en filosofía. Nuevamente acercamos textos filosóficos a los participantes (de la Apología y Teeteto) para que leyeran al autor y luego compartimos en plenario las impresiones. Tomando los aportes de todos presentamos por último el Método Socrático, de lo cual aprendimos a que se filosofa desde la vida cotidiana, a través del diálogo, preguntándonos para buscar la verdad juntos y sabiendo que todos tenemos algo para aportar.
3er CAFÉ FILOSÓFICO – LA FILOSOFÍA EN EL BARRIO
Se ponen en diálogo la filosofía y la literatura
En esta tercera oportunidad buscamos lograr un encuentro donde trabajar en conjunto filosofía y literatura, lo cual fue un gran desafío pues debíamos encontrar un punto de conexión para el tema y también porque no nos conocíamos con la profesora de Literatura. No es menor destacar esto, pues un espacio que ayude a unificar dos disciplinas que se ven como confundidas, enredadas, e incluso vistas como que son más de lo mismo, necesita cierta complicidad entre los que llevan adelante el café. Desafiados fuimos y con la profesora nos reunimos para preparar el tema, elegir los autores, los textos a trabajar y la metodología del café. Así propusimos trabajar el cuento “Continuidad de los parques” de Julio Cortázar para comenzar bajo una dinámica muy particular: los participantes se vendaron los ojos y debieron escuchar con atención la lectura del cuento por parte de la profesora, acompañada de una música de fondo. El objetivo era facilitar el ejercicio de la imaginación. Terminado esto se les propuso compartir los sentimientos, recuerdos, imágenes que fueron surgiendo en la escucha del cuento. Nos vimos abrumados por las repercusiones: sentimientos, recuerdos, olores, placeres, y otras muchas sensaciones fueron puestas en palabras por los que escucharon.
En una segunda parte seguimos con una actuación muda a partir de elementos cotidianos: una escoba, una hoja de papel y una bolsa de plástico rellena de tela. Con música de fondo aparece alguien también vendado (como lo estaban los participantes) que, al sacarse la venda va descubriendo poco a poco que esos simples elementos cotidianos se transformaban en algo más. Dejando volar la imaginación descubre en la escoba un caballo, con la hoja de papel descubre un telescopio y con la bolsa de tela descubre una pelota. Interactuando con el público, el actor va mostrando como la realidad primera se convierte en juego imaginario, donde no se trata de falsear la realidad sino transformarla desde el poder imaginativo que todos tenemos. Esta idea la fundamentamos con la “Filosofía de la Imaginación” desarrollada por la filósofa uruguaya María Noel Lapoujade. Para el final, nos reunimos en grupos y analizamos una imagen del autor Maurits Cornelis Escher denominada “Mano con esfera reflejante”. La invitación fue de dejar fluir la imaginación y expresar en palabras sueltas lo que surgía de la imagen.
Una reflexión desde lo vivido
Se nos hace muy difícil poder expresar lo que experimentamos en esta propuesta de generar encuentros denominados “café filosófico”. Por un lado porque podemos ser criticados que no son tal, pues la reunión se compone siempre de niños, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores, lo cual da cuenta de que no todos tienen la misma capacidad reflexiva necesaria para una mente filosófica. Por otro lado, porque hablamos de una propuesta que busca iniciar a personas que no han reconocido aún el lugar de la filosofía en la vida cotidiana. Es más: para muchos de ellos es la primera vez que la escuchan nombrar. A la primera crítica respondería que el filósofo que no posea el espíritu de un niño pequeño que pregunta por todo, no ha entendido a la filosofía. ¿Y qué mejor manera que aprender de ellos? En los tres encuentros fue tan disfrutable la presencia y la frescura de los niños y niñas, escuchar sus preguntas y ver con la transparencia con la cual se comunican. Los adultos seguimos entendiendo que alcanzar la madurez implica ser serios, saber todo, y por ello, muchas veces esconder la verdad mediante mentiras piadosas. Nos hace falta más contacto con los niños y sobre todo en los ámbitos de reflexión.
A la segunda crítica respondería que, gracias a la forma con que seguimos enseñando filosofía en el ámbito formal, desde la primaria a la universidad, es que hemos llegado a este punto donde la filosofía queda en la memoria de la mayoría como una materia más del currículum, cuando no fue algo que implicó un sufrimiento porque nunca se entendió. La experiencia del café nos arrojaron a entusiasmarnos al escuchar expresiones como: “Yo creía que la filosofía era otra cosa, porque nunca la entendí. Ahora sí la entiendo”; u otra como esta: “Nunca creí que yo podía ser filósofo, o sea, poder pensar desde la vida que llevo”, hacen no sólo que la filosofía sea necesaria para todas las personas, sino que nos confirma la intención del café: la filosofía está en el barrio. Esto fue discusión al inicio de la idea del café. Primero le habíamos puesto de título “La filosofía llega al barrio”, pero estábamos convencidos de que no es así, la filosofía no llega, ya está y hay que sacarla a luz.
Por eso debemos continuar. La filosofía es parte del barrio, de los pueblos, de las ciudades, de la calle. Nos formaron en una filosofía europea que nos ayuda mucho a comprendernos pues nos descubre el proceso histórico de la humanidad. Pero debemos rescatar los raíces propias de nuestro pensar que tienen que ver con nuestro lugar en el mundo, con el proceso de nuestros pueblos, con la formación recibida en un contexto muy específico. La resolución de los problemas fundamentales, como el sentido de la vida individual, se logra en comunidad, en diálogo con otros, aceptando las limitaciones propias y la ayuda de otros para ampliar el horizonte de la existencia sostenida, por el grupo humano que nos rodea. Creemos que sólo algunos descubren ciertas verdades por ser personajes elegidos y minusvaloramos el poder que tiene el pensar juntos, desde un sujeto plural que puede unir ideas, iniciativas, esfuerzos y acciones que nos lleven a un mejor lugar. Porque de eso se trata una verdadera filosofía: hacer descubrir el potencial teórico que cada uno de nosotros tenemos para llevar adelante una praxis transformadora de la realidad, buscando soluciones a los problemas que se presentan cada día, y que son parte de su ritmo normal. Por esto y mucho más, debemos seguir con esta propuesta del Café Filosófico.
[i] Diego Pereira Ríos, 39 años, uruguayo. Profesor de filosofía y religión en Enseñanza Media. Licenciando en Humanidades en la Universidad de Montevideo, con estudios en teología. Investigador y ensayista. Es miembro de Amerindia Uruguay y de la Sociedad Filosófica del Uruguay, redactor en Revista Umbrales, columnista en el Centro de Estudios Bíblicos de Brasil, integrante de Ariel Revista de originales de Filosofía. Obtuvo el 3er puesto en el 1er Concurso Internacional de Ensayo 2015 de la REDLAPSI. Autor del libro “La fuerza transformadora de la esperanza” (Nueva Visión, 2016). Contacto: pereira.arje@gmail.com
[ii] Para conocer mejor la ONG “Por los niños uruguayos” visitar la web: http://www.elvagon.org.uy/, o también en Facebook: https://www.facebook.com/ongelvagon/