Somos un esfuerzo de formación, investigación, articulación, acompañamiento y asesoría que junto con artistas de varias regiones del país nos organizamos en red para compartir nuestras experiencias artísticas de fe y espiritualidad comprometida con las comunidades populares. Reflexionamos nuestro quehacer y lo difundimos mediante mingas, escuelas, talleres, tiendas y conciertos.
Trabajamos con artistas y organizaciones comunitarias que desde un marco de fe liberadora apuestan pedagógicamente por crecimientos de sensibilidad humana frente a la vida, la naturaleza, la justicia, el amor, el cuidado, la paz, el diálogo, etc.
Compartimos e intercambiamos mediante:
– Encuentros: Nos encontramos a nivel local y nacional para celebrar, fortalecer y animar nuestros procesos, para afirmar nuestra identidad, discutir nuestras metodologías y seguir soñando e imaginando los futuros que anhelamos.
– Mingas: Espacios donde releemos el contexto y a partir del análisis de fe animamos y acompañamos a personas de las comunidades a producir y compartir creaciones artísticas.
– Escuelas: Espacios formativos donde compartiendo saberes artísticos creamos colectivamente nuevos desarrollos en los campos de la música, los murales, la poesía, el circo.
– Tiendas: Lugares para la difusión, la exposición, el intercambio y la venta de productos artísticos. – Conciertos: Espacios artísticos donde nos sensibilizamos por la crisis que vive el planeta y como artistas motivamos al cuidado de la pacha mama.
Memorias
PRESENTACIÓN ANTOLOGÍA TEOPÓETICA Y ESPIRITUALIDADES DE LA RED
¿Quién iba a pensar que los Salmos bíblicos releídos en aquella luminosa década del 60 por Ernesto Cardenal, desde el entusiasmo insurreccional del sandinismo nicaragüense, movería la fe de multitudes juveniles hacia altos ideales de plenitud y rebeldía humana? ¿Quién iba a pensar que desde el lejanísimo Mato Grosso brasileiro llegaría la poesía episcopal de Pedro Casaldáliga encendiendo hogueras donde pequeñas comunidades de fe abrigarían nuevos amaneceres? ¿Quién iba a pensar que por esos mismos caminos andarían los poemas de Carmiña Navia invitándonos a abrir nuestros duros corazones patriarcales al desafiante rostro de Dios que nos revelan las mujeres? ¿Quién iba a pensar que aquel octubre de 2004 una pequeña maloka campesina del sur-occidente colombiano albergaría el comienzo de la red teoartística de la mano de un pintor y un puñado de poetas? ¿Quién iba a pensar que seis años después, fruto de una caminada minguera, seleccionaríamos una antología teopoética dejándonos orientar por la escogencia del corazón? Quizá nadie con cordura entrevería estos sinuosos caminos de la fe que se hace poesía para llenarnos de la locura contagiosa de Jesús de Nazareth. Quizá nadie con cordura… pero he aquí las y los poetas que poco saben de corduras para no medirse en virar este tiempo cargado de oscura adversidad… poesía preñada de profecía, denunciando la obscenidad del criterio humano trastocado, donde lo falso es positivo y lo criminal altamente elogiado… profecía anunciando a contracorriente el desmoronamiento, lento pero sin pausa, de la indecencia y el cinismo encumbrado… He aquí poetas regocijándose con cada brizna de vida escapada entre rendijas de oprobio y dolor… He aquí poetas indignándose por tanta causa humana cercenada… He aquí poetas capaces y libres de comunicar lo que otros ojos no ven y otros oídos no oyen, aquello invisible e inaudible sólo comunicable en el lenguaje del amor y del dolor… bienvenida teopoética antologizada a los úteros de nuestros sueños y de nuestras resistencias para espantar tanto miedo entumecido…. para cordializar tanta alma petrificada!!!
Fernando Torres Millán
SOBRE CAMINOS, SACRALIDADES Y POESÍA..
“Me quité la túnica.
¿Tendré que ponérmela otra vez?
Me lavé los pies.
¿Cómo voy a volver a ensuciármelos?
Mi amado metió la mano
Por la cerradura de la puerta;
¡Cómo se me estremeció el corazón!
Me levanté para abrir a mi amado,
Y mis manos destilaron mirra,
Corrió mirra de mis dedos
Sobre el pestillo de la cerradura.
Abrí a mi amado,
Pero mi amado se había ido de largo.
¡Se me fue el alma tras de él!
“Lo busqué y no le hallé,
Lo llamé y no me respondió”
(Ct. 5,3-6)
En estos tiempos de crisis tan profundas, de dolores tan continuos, de violencias y guerras que no cesan, de amaneceres que no terminan de despuntar en el horizonte, hay quien apura los ojos y el corazón para adivinar futuros y acariciar esperanzas, y nosotros, labradores de la palabra, escultores y escultoras del verso, nos atrevemos a buscar nuevos asideros para nuestro caminar, nuevas raíces donde afincarnos a la tierra, para afirmar identidades y construir fraternidades y sororidades, y pujar por nuevos y más cálidos amaneceres.
Esta historia comenzó en tiempos ancestrales, en las conversaciones de los abuelos y las abuelas; ellas canturreaban al lado del fogón y ellos memorizaban e inventaban dichos que contaban a los hijos y a los nietos… Muchos de ellos y ellas, tomaron el pincel y la pluma o danzaron al son de los instrumentos tradicionales y mediante los símbolos cotidianos, contaron sus historias, lloraron sus desdichas, celebraron sus alegrías y expresaron sus credos.
Ese antiguo caminar cobró vida en los pasos de un grupo de hombres y mujeres, artistas, teólogos y teólogas, educadores, animadores de comunidades. Gente de a pie, negra, urbana y campesina, joven, adulta, niña, convocados por la aventura de poetizar la Vida.
Corría el mes de octubre de del año 2004 cuando un grupo de poetas se juntó en el primer Encuentro Nacional de Teopoética, convocado por el equipo de Teología de Dimensión Educativa. La Maloka de la Fundación Semillas de Maíz, bajo el frío mágico de la ciudad de Popayán acogió a 7 tejedores del quehacer teopoético, provenientes de diversos lugares de la geografía colombiana: Luz Dary Espinoza (Tumaco), María Helena Céspedes (Bogotá), Judith Bautista Fajardo (Bogotá), Jorge Salas (El Carmen de Bolívar), Warner Benítez (Medellín), Tomás Contreras (Venezuela) Jafeth, Edgar y Johana Martínez (Popayán). Desde la distancia vibraron con nosotros Fernando Torres (Bogotá), Carmiña Navia (Cali), Jaír Velazco (Calarcá), Angélica Bonilla (San Vicente del Caguán).
Buscábamos desentrañar el sentido de nuestro quehacer, compartir el caminar de la Teopoética, inmersa en una realidad agobiante, urgida de resistencias y esperanzas para vislumbrar caminos, aventurar propuestas de vida desde una Teología Artística.
Fue un espacio sagrado porque la palabra es sagrada, porque esta tierra es sagrada, porque nuestros cuerpos son sagrados, porque venimos de experiencias sagradas y traemos con nosotros y nosotras experiencias cargadas de sacralidad.
Este primer encuentro marcó un derrotero que año tras año fue acunando nuevas experiencias y caminos, nuevos colores y versos, nuevos encuentros, recitales, conciertos, mingas, escuelas juveniles y barriales de teoartística. Aquí, pequeños trozos de caminos, atisbos, ejercicios poéticos que dan cuenta del camino, de la madurez lograda y de los nuevos verdores que se asoman a la cosecha
Los porqués de la teopoética
Por qué cantamos
M. Benedetti y A. Favero
Si cada hora vino con su muerte,
si el tiempo era una cueva de ladrones,
los aires ya no son tan buenos aires,
la vida nada más que un blanco móvil
y usted preguntará por qué cantamos…
Si los nuestros quedaron sin abrazo,
la patria casi muerta de tristeza,
y el corazón del hombre se hizo añicos
antes de que estallara la vergüenza
Usted preguntará por qué cantamos…
Cantamos porque el río está sonando,
y cuando el río suena suena el río.
Cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino.
Cantamos porque el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo.
Cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos.
Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la Vida
y porque no podemos, ni queremos
dejar que la canción se haga cenizas.
Cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto, ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el Sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo, en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta…
“Canciones del desexilio”, 1983
La Teopoética nace de motivos profundos, vitales como zarzas ardientes que acunan y gestan el verso, la palabra poética, la profecía artística:
Poetizamos por los dolores y las voces de nuestros pueblos, por nuestros propios duelos y fatigas de hombres, de mujeres, de jóvenes, de niños y niñas, de indígenas, campesinos o negr@s.
Poetizamos por indignación de esta larga noche y la esperanza en que aún veremos otros amaneceres donde cada quien tenga su lugar y su dignidad.
Poetizamos porque se precisa un acto poético de denuncia en medio de la muerte, a guerra y el desplazamiento, del descalabro ecológico y ambiental, del desgaste de las ideologías, de las religiones y las instituciones.
Poetizamos porque nuestros ancestros atraían la bendición de Dios con cánticos y danzas, y creemos con ellos que un verso, puede atraer a esta era incierta la luz, la risa, la ilusión y la esperanza.
Poetizamos porque es una forma de encontrarnos, con tantos hermanos y hermanas colombianas y latinoamericanas, de expandirnos hasta estrechar otras manos, hasta encontrar otros ojos y vincularnos, hasta sentir en este encuentro el aliento de lo sagrado.
De las teologías en la teopoética
Al echar una mirada a los elementos teológicos presentes en esta teopoesía, se vislumbran rasgos que por supuesto tienen que ver con los contextos y con las experiencias vitales de quienes escriben.
Subyacen, pues, diversas expresiones teológicas:
- Una teología femenina: Que redimensiona la identidad y la dignidad de la mujer en la historia, en la iglesia, en los procesos sociales. Que descubre y celebra el rostro femenino de Dios, las memorias ancestrales de la divinidad de lo femenino, que gesta, nutre y cuida la vida.
- Una teología urbana, que se reconoce presente y viva en medio de las múltiples realidades y retos que plantean al evangelio, las grandes urbes y las pequeñas ciudades. Una experiencia teologal que encuentra a Dios en la calle, en el bus, en los rostros de los trabajadores, en los sueños de una cuidad samaritana.
- Una teología campesina, marcada por la experiencia de la tierra, la defensa de la vida, el respeto por la biodiversidad el valor de la comunidad y la solidaridad.
- Una eco-teología, una teología cósmica, que se reconoce perteneciente al universo, y urge al reconocimiento de la tierra y la naturaleza como un don que hay que respetar y conservar.
- Una teología de la alteridad, de lo ecuménico, del reconocimiento y el hermanamiento con otros caminos espirituales. Una teología de la diversidad, de lo pluricultural.
- Una teología testimonial y martirial, que se entiende a sí misma como una postura profética y de denuncia, por tanto, en conflicto con el antireino. Una teología que reconoce la acción de Dios en la vida y el testimonio concreto de hombres y mujeres, amigos y amigas, madres, esposas, hijas y hermanas.
- Una teología de la minga: que reconoce el rostro de Dios en la acción colectiva de los pueblos, en la memoria de los ancestros, en las manos que se juntan y los pies que caminan hermanados.
- Una teología utópica, como la teología del pueblo de Israel en el desierto, que cree y le apuesta a la irrupción de lo nuevo. Una teología de la resistencia y la esperanza, que nos permite discernir por donde va la sabiduría y por donde la barbarie.
- Una teología política, contextual, que tiene una postura de fe comprometida, que reconoce los conflictos y dolores del país, y asume la alternativa de lo colectivo, lo comunitario como espacios de construcción de lo nuevo.
- Una teología plural, que reconoce el rostro de Dios plural, abierto a la diferencia, que visibiliza a las y los sujetos específicos, con sus identidades étnicas, generacionales y de género, una teología incluyente que permite oír la voz de los silenciados de estos tiempos, los homosexuales, las lesbianas, los enfermos de sida y los encarcelados.
- Una teología de lo pequeño, de la semilla que crece, de la levadura que en el silencio fermenta la masa, en la apuesta por los procesos pequeños y cotidianos, por la verdad, la ternura, la comunión.
- Y una teología abierta y a la escucha, que reconoce y se dispone al diálogo con las múltiples y diferentes teologías que van asomando al amplio horizonte de la experiencia del Dios de la Vida, en nuestro mundo.
Y así sucedió en el camino…
Así han transcurrido, varios años de minga, magia y poesía. La Maloca, nuestro hogar y nuestro templo; la Palabra nuestro Rito y nuestro Sacramento, de esa Vida Mayor que nos acuna. Amigos y amigas, pedagogos de la Palabra, ecologistas, recolectores de semillas, artesanos y artesanas, trabajadores de la paz y los derechos humanos, poetas todos y todas de la vida, pudimos cada año hacer común la luna, la noche, el verso, la canción, el vino y el abrazo.
Otras ciudades y espacios fueron abriendo sus casas para nuestro encuentro anual: Cali, Bogotá, Armenia, Medellín, Caracas, fueron testigos cada año de los espacios de Minga y encuentro, de búsqueda y de abrazo poético que aún nos retan y nos impulsan a continuar el camino.
Al final de cada encuentro, regresa el movimiento de los morrales y las mochilas, el ir y venir de los abrazos, el intercambio de regalos y recuerdos, de las semillas de Quinua y de Maíz, y la promesa sellada con los rostros sonrientes a la hora de la despedida: “Nos vemos el año que viene en el encuentro nacional de teoartìstica”.
Judith Bautista Fajardo
A partir de las memorias de los Encuentros Nacionales de Teopoética y Teoartística
Descargue la “Antología Teopoética y Espiritualidades de la Red” aquí.