Pascua de nuestra Dorita


«Os digo de verdad que esta viuda pobre ha dado más que todos…” Mc 12,43

2014.01.23 Foto Dorita

Dorita fue desplazada de la zona esmeraldera de Boyacá por la violencia liberal-conservadora. Viuda de 35 años y con once hijos llegó a Bogotá a abrirle caminos de vida a su inmensa prole.

Con mucha fe y mucho esfuerzo, en medio de una aterradora pobreza, con la ayuda de sus hijos mayores y de gente solidaria que admiró su lucha, fue encontrando los medios para sobrevivir, con precariedad pero con dignidad. Fue así como llegó con su familia al barrio Diana Turbay en enero de 1981 con el fin de construir una casa. El terreno lo había loteado un político para hacer negocio y capturar votos. Fue la oportunidad que tuvo la familia para hallar un lugar en la ciudad.

Pronto comienza a participar en otro proyecto de construcción: la comunidad de fe que animaban religiosas insertas en medios populares. Cuando en 1987 se constituye la parroquia ya había un enorme dinamismo pastoral. Por supuesto, Dorita y su familia se encuentran ahí bajo el impacto de las monjitas “en botas y overol”. Este proceso va a ser fortalecido por la acción pastoral que impulsará Alberto Camargo una vez nombrado párroco en 1989. Pronto se constituyen comisiones de trabajo, entre ellas, la Comisión Bíblica, encargada de organizar los cursos de formación en el mes de la Biblia y de animar las primeras casitas bíblicas que de allí nacieron en 1993. Dorita participó de esos cursos y se atreve a reunir en su casa a quienes de su cuadra se animaron a leer la vida a la luz de la Biblia junto con ella. Fueron las niñas y los niños quienes más seriamente asumieron el desafío. Así nació la casita bíblica “Betania”, animada y conducida por Dorita durante muchos años.

Cuando se presenta la crisis debido al cambio de párroco (1994), la Comisión Bíblica se desplaza del centro parroquial a la casa de las Hermanitas Asuncionistas. No será solo un cambio de lugar. Ahora la Comisión, además de las religiosas y el asesor, se enriquecerá con laicas y laicos de la comunidad. Es así como llegan las señoras Ana y Dorita, y los señores José y Moisés. El rumbo de aquí en adelante será el del laicado como protagonista del proceso. Las tareas son muchas: animar las casitas para superar la crisis, fortalecer la escuela bíblica que acababa de nacer (1993), asumir el desafío ecuménico, realizar la primera sistematización de la caminada en 1997, afirmar la identidad laical y su autonomía, etc. Dorita vivirá la crisis con serenidad, sabiduría y esperanza. Se mantuvo firme en la opción laical-familiar e hizo de la infancia su bandera y su pasión.

Una vez que las Hermanitas Asuncionistas decidieron partir del barrio Diana Turbay, Dorita no tuvo ningún problema en ofrecer su casa para las reuniones de la “Comisión”, que dejará de llamarse así para tomar el nombre de “Equipo Semillas del Reino”. Cambio de nombre y cambio de lugar que significará mucho. Ahora el equipo es totalmente laical con la notable participación de la recién constituida Casita Bíblica Juvenil CBJ (2003).

Estar en la casa de Dorita es estar junto con su familia, vivir desde adentro sus dificultades y sus dolores, pero también sus alegrías y sus esperanzas. Compartimos su mesa, su sala, su cocina, sus alcobas, su terraza, sus anhelos y sus sueños. Allí nació el proyecto del jubileo bíblico del año 2000, la economía de Dios de los años 2002-2003, elaboramos la segunda sistematización de nuestro proceso publicada en la cartilla “Semillas del Reino” en el 2004, dimos vida a las huertas agroecológicas en 2005, siendo la de Dorita la “huerta madre” de donde nacieron todas las demás. Fuimos también haciendo realidad un sueño, la venida del equipo laical de la Misión de Belén con Cristina, Markus y Susanne en el año de 2006.

Estuvimos en la casa de Dorita hasta el año 2011 cuando inauguramos la sede propia de las Casitas en el barrio Palermo Sur. Durante todos esos años vivimos bajo el “cobijo” de una madre que cuidó con esmero cada reunión. El espacio donde nos reunimos, el silencio del entorno, el refrigerio que ella misma hacía y servía, la Biblia siempre abierta, pero sobre todo, su cuaderno de apuntes donde escribía con dedicación nuestras reflexiones y meditaciones bíblicas. Dorita escribía todo con preciosa letra. Fueron muchos los cuadernos que llenó. Ahí se encuentra la memoria de nuestro caminar con el estilo sencillo y ordenado de mujer, de maestra, de discípula ejemplar.

Pudiéramos decir mucho más sobre Dorita. Pero eso será otro trabajo para hacer. Sólo resalto los siguientes aspectos: su inmenso amor por su familia, por cada una y cada uno de sus hijos, sus nietos y bisnietos. Ella se constituyó en columna y cimiento de su casa. Su inmenso amor por su profesión como educadora. Educó siempre, en donde quiera que estuviera. En la escuela, en la casa, en el barrio, en la iglesia, en la casita bíblica, en las huertas. Su inmenso amor por la palabra de Dios leída en la vida y en la Biblia. Supo cotejar como nadie el hecho vivido y el versículo leído extrayendo las conclusiones y los desafíos personales y comunitarios. Su inmenso amor por su campesinidad, sus raíces de la cultura boyacense, su retorno a la tierra y a la espiritualidad de la tierra. Como nadie, imprimió al espacio de las huertas el carácter espiritual que le dio hondura, horizonte y sentido. Su inmenso amor por su condición de viuda, como plenitud de vida femenina y como ministerio eclesial. Siempre insistió en ello y nos pedía la inclusión de las viudas en todo lo que emprendiéramos. Su inmenso amor por la palabra dada, a la que consideraba máxima regla de cumplimiento y honestidad. Quizá por ello, Dorita conjugó palabra y vida con total coherencia. Su inmensa solidaridad con las familias carentes de alimento en su vecindario, a tal punto de “vaciar” el mercado que sus hijos daban para ella, compartiéndolo con quienes no tenían qué comer. Su inmenso amor a las niñas y a los niños de nuestro proceso bíblico, con razón llegó a ser una de las más decididas impulsadoras de las casitas bíblicas infantiles, insistiendo siempre en su lugar preferencial en todas nuestras actividades. En verdad, como dice Jesús en el evangelio, Dorita, como aquella viuda pobre, ha dado más que todos los demás.

Hoy quienes compartimos con ella y su familia este profundo camino de fe y de vida, no podemos más que agradecer a la Divinidad por habérnosla dado. Porque supo hacer de su vida un verdadero signo de lo que es el Amor de Dios. Porque amando como amó, nos enseñó que lo esencial de nuestra fe cristiana es el amor al prójimo y preferencialmente al más necesitado, al más olvidado, al más excluido. No olvidaremos sus enseñanzas, su devoción a la Virgen de Chiquinquirá, sus viudas, sus niñas y sus niños, sus huertas, su Biblia y sus preciosos cuadernos.

23 de enero de 2014