Recuerdos de Camilo Torres


Recuerdos de Camilo Torres

 

Un día de 1965 Camilo había salido a pasar la noche con sus amigos anarquistas. Después de caminar por el centro de Bogotá, se encuentran con un mendigo sentado en la acera. Camilo se detiene y lo mira. Sus pantalones están rotos por todos lados. Camilo no piensa un momento, se quita los pantalones y se los entrega al hombre. Camilo andaba, como era costumbre en esa época, con sotana, de modo que no necesitaba los pantalones. Este gesto me hizo pensar que Camilo era el cristiano más auténtico que había conocido en mi vida.

Conocí a Camilo en el primer año que llegué al Colegio para América Latina en Lovaina (Bélgica). Este Colegio fue creado para ayudar a sacerdotes y seminaristas europeos que querían ir a América Latina y servir a la Iglesia allí. Era 1955 y el rector, Albert Sireau, le había pedido a Camilo que fuera vicerrector. Con su amplia sonrisa, Camilo cautivaba a todos. No fue difícil hacerse amigo de él. Estudió ciencias políticas y sociales en la Universidad, al igual que Gustavo Pérez. Este había convencido a su obispo de Bogotá para que enviara a Camilo también a Lovaina. Yo mismo había elegido ese estudio porque sabía, por lo poco que había entendido sobre América Latina, que los problemas en esa área eran grandes.

Cuando recibí la ordenación de diácono al año siguiente. en un seminario cerca de Lovaina, Camilo era el único del Colegio presente. Después de mi ordenación sacerdotal, el rector me preguntó a qué país me gustaría ir. En el Colegio era costumbre que se enviaran a los sacerdotes en grupos de tres. Entonces decidí unirme a Camilo y Gustavo para trabajar con ellos en Bogotá.

A fines de 1959 llegué a Colombia para trabajar con Gustavo en la investigación social. Entretanto, Camilo fue nombrado capellán de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. También fue nombrado profesor en la recién creada Facultad de Sociología, dirigida por Orlando Fals Borda. En Colombia los sociólogos eran vistos como socialistas, a veces se les llamaba comunistas. El político norteamericano McCarthy, conocido cazador de comunistas, fue el padre de esta acusación populista. Camilo pertenecía a la élite de Bogotá, gracias a su padre Calixto quien era un conocido pediatra de la burguesía. Camilo, entonces, pertenecía tanto a la élite de derecha como a los rebeldes de izquierda.

En 1961 trabajé durante un año en la Universidad Católica de Chile en Santiago. Allí conocí a Edgar Westendorp, medio hermano de Camilo, hijo del primer marido fallecido de su madre. Cuando Camilo vino con su madre a visitar a Edgar a fin del año, le dije que no tenía donde quedarme en Bogotá a mi regreso. Me invitó a vivir con él mientras encontraba un lugar propio. Acepté con gusto esa invitación y así viví un tiempo en un apartamento de una pieza al lado del de Camilo y su madre, que estaba amueblado como estudio de Camilo.

Una de las primeras publicaciones de Camilo se refería a la investigación de la Facultad de Sociología sobre los orígenes de la violencia en Colombia, el período de violencia entre los dos principales partidos políticos desde 1946 hasta 1958. Realizó esta investigación junto al decano Orlando Fals Borda, y Germán Guzmán Campos. Camilo había convencido a Orlando para que hiciera esto junto con el último, quien era párroco del Líbano, un pueblo del Tolima que había sufrido mucho por la violencia por lo cual este sacerdote fue invitado por la Junta Militar que sucedió a Gustavo Rojas Pinilla en una investigación gubernamental sobre la violencia.

En esa época, se aprobó la Ley de Reforma Agraria en Colombia y Enrique Peñalosa fue el primer director. Como todavía no había oficina, las primeras reuniones preparatorias se llevaron a cabo por aquí y por allá, entre otros en el apartamento de Camilo, donde pude asistir. Poco a poco el vínculo con Camilo se hizo más íntimo. Empezamos a vernos como hermanos. Con Germán Guzmán, una vez tuvimos un día de retiro para reflexionar sobre nuestra vida y nuestro sacerdocio. Esta tarde nos confesamos el uno con el otro. Esto sucedió con más frecuencia con Camilo desde entonces.

De sus contactos en la Universidad reunió a un grupo de estudiantes para formarlos en torno a todo tipo de temas sociales y religiosos. Se convirtió en un círculo de amigos que se reunieron en su cuarto de trabajo. También participé en esas reuniones y aprendí la manera cómo trataba Camilo a los jóvenes.

Por su encanto, Camilo también era una gran atracción por las mujeres. Me quedó claro que él era sensible a esto. Reconocí en él mi propia debilidad.

En 1965 Camilo inició sus actividades políticas. Además del grupo de estudiantes, se formó un grupo de amigos a los que muchos vieron como anarquistas. Quedaron cautivados por la visión política de Camilo, pero no compartieron el compromiso más profundo de Camilo con los marginados. En ese ambiente, Camilo formuló una plataforma política en la que resumía su visión sobre el futuro de Colombia. Esto llegó a conocerse en la prensa y Camilo comenzó a representar un peligro para los líderes políticos. Monseñor José Joaquín Salcedo fue fundador y director de la Radio Sutatenza con la que alfabetizó a los campesinos y les brindó información sobre nuevos métodos de cultivo para que sus ingresos pudieran mejorar. Camilo había escrito un libro sobre el efecto positivo del programa, pero también con una nota crítica al respecto por la educación religiosa tradicional que impartió. Salcedo organizó una cena con unos amigos ‘de izquierda’ en su casa donde también invitó a Camilo. Como de costumbre, Camilo llegó tarde. “Nació tarde”, dijo su madre, y continuó con ese hábito. Se le pidió a Camilo que leyera su plataforma y fue bien recibido. Bajo la influencia del aguardiente que corría ampliamente, Camilo se durmió en plena reunión. Así se veía que su trabajo y sus amigos nocturnos le daban poco tiempo para dormir.

La plataforma se hizo ampliamente conocida gracias a los periodistas que informaron sobre sus discursos políticos. Pero al arzobispo de Bogotá no le gustó en nada. Camilo estaba de gira en Medellín y lo llamé. Ven a hablar con el arzobispo, le dije, antes de que emprenda alguna acción contra ti. Camilo vino a Bogotá y solicitó una cita con el arzobispo. En aquellos días un obispo holandés, Mons. Blomjous, visitaba Bogotá. Era obispo en Kenia, hizo parte de la Comisión 13, una comisión importante del Concilio Vaticano II. Estaba de gira por Latinoamérica porque también quería conocer los problemas de desarrollo de este continente. Lo invité a mi casa con un grupo de amigos de izquierda para que pudiera sentir sus aspiraciones. Vino también Camilo, que había venido de Medellín esa tarde. Llegó tarde, como siempre. A partir de ese momento, Camilo y su plataforma fueron el tema de conversación. Mons. Blomjous dijo que esos problemas se estaban discutiendo en su comisión y que estaba convencido de que la visión de Camilo se convertiría en una visión común después del Concilio. Camilo dijo: Me siento como Lutero: aquí estoy, no puedo hacer otra cosa. Mons. Blomjous se alegró por haber mencionado a Lutero porque, dijo, si Lutero hubiera sido un poco más paciente con Roma en su época, nunca se habría producido la separación del protestantismo. Instó entonces a Camilo a tener más paciencia.

A la mañana siguiente, Camilo tenía la cita con el arzobispo de Bogotá y previamente visitó a Mons. Blomjous en su hotel. La conversación con el obispo de Bogotá fue breve: Lo que usted dice sobre la doctrina social de la iglesia no es cierto. Exijo que se aleje de la plataforma y regrese a su parroquia. Camilo se defendió citando el texto de Jesús: si estás en desacuerdo con tu hermano, primero te reconcilias con él y luego regresas al altar para tu ofrecimiento. Por eso primero me coloco junto a mis pobres compatriotas para ayudarlos. El obispo fue implacable y cerró la conversación. Camilo me lo contó él mismo esa tarde y volvió a su campaña política.

Durante esos años mantuve un extenso archivo de recortes de periódicos, incluso sobre las actividades políticas de Camilo. Carlos Lleras Restrepo era el candidato presidencial del Partido Liberal que debería ser presidente al año siguiente según el Pacto Político del Frente Nacional entre los dos grandes partidos que habían sido causantes de la Violencia. Por los informes de prensa vi que Carlos Lleras se estaba moviendo cada vez más hacia la izquierda porque notaba que Camilo estaba reuniendo más gente en las plazas públicas que él. La carta episcopal del 15 de agosto de 1965, prohibiendo la acción de Camilo, no pudo evitarlo.

Con Gustavo Pérez estaba yo preocupado por la situación de Camilo y decidimos organizar un encuentro con algunos amigos de Camilo, como María Cristina Salazar (de la revista Inquietudes) y Hernán Zambrano (del grupo universitario de Camilo). Esta conversación tuvo lugar en el apartamento de mi amigo el padre Ireneo Rosier, también amigo de Camilo, en el mismo edificio donde vivía Camilo con su madre Isabel Restrepo. Estábamos convencidos de que los amigos anarquistas de Camilo tenían una influencia negativa sobre él. ¿Por qué no buscas la ayuda de María Cristina y Hernán para una mayor divulgación de tus ideas en Colombia? Camilo los miró y luego dijo: es difícil trabajar en esto con los cristianos, porque a la hora de verdad, los cristianos no están. Gustavo trató de convencer a Camilo de que con la popularidad que ahora disfrutaba, lo mejor que podía hacer era difundir las enseñanzas sociales de la Iglesia en Colombia como nunca se había hecho. Yo pensaba que Camilo era demasiado bueno para la política donde había que ensuciarse las manos, especialmente en Colombia. Pero Camilo argumentó que no había nadie que se pusiera abiertamente al lado de los compatriotas menos afortunados y marginados y que lo veía como su vocación la defensa de estas personas, especialmente a través de la política. Al final de la conversación, Camilo mostró que dudaba de que, si llegara el momento, debería dar el paso a la guerrilla. Y con eso, todos nos fuimos a casa frustrados. En el auto evalué la conversación con Gustavo. Este solo vio una solución: hablar con Fernando, el hermano de Camilo. Fernando era el único que aún podía influir en Camilo. Si pudiera convencer a Camilo de que viviera con él por un tiempo, lejos de sus amigos anarquistas, Camilo podría reflexionar.

En septiembre fui a Roma donde comenzó la última sesión del Concilio. Pronto oí allá que Camilo había dado el paso y se había unido a la guerrilla. En enero regresé y tuve que ir a Chicago con Gustavo para una reunión con los obispos norteamericanos sobre cómo ayudar a la Iglesia de América Latina. Luego, Gustavo se fue adonde Fernando en Minneapolis para encontrar una solución para Camilo. De regreso en Bogotá me dijo que había hablado con Fernando quien intentaría llevar a Camilo en un avión del ejército desde Bogotá a Estados Unidos. Esto requirió la cooperación del gobierno colombiano y Fernando sugirió que Gustavo buscara la ayuda del cardenal Concha. Este estaba haciendo en ese momento su chequeo médico anual en una clínica en Rochester. Gustavo habló con el cardenal y este ofreció su influencia para el plan. Eso fue a principios de febrero. Gustavo pensó que era fácil ponerse en contacto con Camilo porque oyó que el 5 de febrero Camilo había estado en Bogotá para celebrar su cumpleaños con amigos.

El 15 de febrero de 1966, mientras nos encontrábamos en una reunión con Gustavo para un proyecto de ayuda a ICODES, el instituto que había fundado Gustavo, nuestro amigo José Ignacio Torres entró en medio de la conversación, mostrando una edición extra del periódico: Camilo fue asesinado por el ejército. José Ignacio trató de utilizar un análisis fotográfico para convencerlo de que no era Camilo: los dientes de Camilo no coincidían, dijo, con otras fotos de Camilo en las que mostraba los dientes con su amplia sonrisa. Pero los hechos luego publicados no mentían. Fue Camilo quien cayó en un tiroteo entre el ejército y la guerrilla.

Gustavo decidió hacer un funeral para Camilo con Germán Guzmán y yo, una “misa con tres curas” como se llamaba a un funeral solemne. Fue en la parroquia de San Diego donde Gustavo celebraba su misa diaria, cerca del centro de Bogotá. La pequeña iglesia íntima se usaba a menudo para funerales, pero esta vez cientos de personas se pararon afuera de la iglesia porque era demasiado pequeña para todos los interesados.

A menudo me he soñado después con Camilo, que todo no era cierto y que todavía estaba vivo. Hace apenas pocos años leí un artículo donde un ex militar colombiano decía haber estado presente en la muerte de Camilo. Había visto a un compañero suyo en frente a un guerrillero y ambos apuntaban con sus armas al otro. Pero el guerrillero dudó un momento sobre qué hacer, y en ese momento el otro apretó el gatillo. No he podido averiguar si esta historia es cierta. Pero simplemente podría ser. Camilo no era alguien que mataba a otro ser humano. Era su primer tiroteo y no tenía experiencia en eso. No lo sabremos. Pero sabemos que aquí murió una gran persona con los más altos ideales.

Isaac Wüst

01feb21

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